Hernán Casciari

La duermevela
3m

Compartir en

Seis meses haciéndome el loco

Compartir en:

Hay un instante en la noche, antes de quedarme dormido, en el que logro pensar cosas que, casi al mismo tiempo, comienzan a ocurrir. Al principio esta magia me acojonaba mucho, porque creí que tenía que ver con mi enfermedad, pero el doctorcito V. me dijo que se trata de un estado anterior al sueño que experimenta todo el mundo, sin distinción de raza ni religión. A ti, lector, también te ha pasado y te pasa casi siempre, cuando estás muy cansado. Cierras los ojos y te metes de cabeza en «la duermevela», que es un sitio hermoso en el que haces lo que te da la gana. 

Yo creo que, si hay un Dios, se ha equivocado con la duración de las cosas. Debería habernos dotado con una duermevela de setenta y cinco años, y una vida corta, de seis o siete segundos por noche. 

Entonces yo estaría siempre retozando con la enfermera Sara, o con Francisca, o con ambas, todo el tiempo. Siendo feliz e inmortal, volando como un tigre desde los muebles a la cama y desde la cama al suelo. Y solo antes de dormirme, agotado de tanto amor y de tantos besos, tendría unas pequeñas pesadillas horribles en donde estoy encerrado en un hospital y no me dejan salir. Eso sería lo ideal. 

El hecho de que sea exactamente al revés me parece un chiste de mal gusto o un gravísimo error de la burocracia celeste. 

Cuando el doctorcito V. me dijo que la duermevela es un estado común, yo lo entendí perfectamente. Pero para mis adentros preferí ponerle mayúsculas. A veces, cuando le pones mayúsculas a las explicaciones científicas, las conviertes en sobrenaturales: Minúscula: «la duermevela es un estado común». Mayúscula: «La Duermevela es un Estado Común». 

Con mayúsculas, la duermevela se convierte en un Estado, es decir, en un país. Y al ser Común (como la CEE) pueden entrar y salir de él todos sus habitantes sin mostrar el pasaporte. 

De este modo, si yo sueño en mi duermevela que estoy dándole besos a la enfermera Sara, ella en su duermevela se está dejando besar por mí. Y si a mi duermevela entra Francisca con una cama doble y nos montamos los tres una orgía, la orgía ocurre también en la duermevela de Francisca, esté ella donde esté. 

Me gusta pensar que la duermevela es un país. Un país pequeñito donde no vive nadie pero al que viaja todo el mundo, de vez en cuando, a conseguir recuerdos prohibidos. Más o menos como Andorra. Me gusta pensar que no vivo únicamente en esta tierra aburrida llamada Hospital Nacional de los Estados Mentales, en esta dictadura cubana de la psiquiatría, donde te dan de comer pero no te dejan salir. 

Quiero creer que por las noches, cuando se duermen los guardias civiles que cuidan la frontera, salgo de incógnito en mi balsa y me voy nadando a La Duermevela, una isla maravillosa donde me esperan mis camaradas, desnudas, para hacer la revolución.

Hernán Casciari