Hernán Casciari

La Era del Topo
7m

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El nuevo paraíso de los tontos

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Lo único que espero del progreso es que se invente de una vez por todas la grabadora de sueños (SDR se va a llamar, que significa Sleep Dreams Recorder). Desde los 15 años que estoy ansioso con ese tema, y todavía no pasa nada. Los jueves es el único día que compro el diario, porque viene el suplemento tecnológico, y paso las páginas rapidito, para ver si ya la inventaron. Nada. Mucha PC portátil, mucho Google Map, mucho pirimpimpín, pero de la grabadora de sueños, ni noticias.

El aparato, que al principio va a ser carísimo (como siempre), y que solamente lo van a poder comprar los japoneses y los yanquis que tiene blog, es mecánicamente sencillo: una grabadora normal, a la que le ponés un CD (o un DVD, si sos de sueño pesado), con un cable que termina en dos pitutitos que te enganchás al cerebro con unos broches. Y después te vas a dormir.

Cuando empezás a soñar, la máquina empieza a grabar todo en formato AVI o MPG2. Al otro día te levantás, te lavás los dientes y te mirás el sueño tranquilo en la tele. ¡Es una boludez de fácil el sistema SDR! Yo no sé por qué no lo inventaron todavía. Si te lo ponés a pensar, es mucho más complicado inventar el microondas, que ya hace rato que está inventado y no sirve para nada.

Las primeras camadas de grabadoras SDR van a ser medio chotas: el sueño se va a ver borroso, en las pesadillas te va a saltar la imagen por los sobresaltos, y esas cosas que pasan siempre al principio con los chiches nuevos. Pero con el desarrollo de la tecnología ASD (Ajax Sleep Dream), van a empezar a vender aparatos mucho más sofisticados.

EL SDR+R (de Sony), por ejemplo, va a ser capaz de decidir qué sueños grabar con mayor resolución, dependiendo de si se te para la pija —o no— mientras dormís. Si se te para un poco, 320×240 pixeles; si te ponés al palo, calidad DVD stéreo; y si tenés poluciones nocturnas, directamente te guarda el sueño en el rígido sin comprimir. Si el sueño es con tu vieja, en cambio, graba un resumen y te lo deja en la papelera de reciclaje.

La versión de Phillips (DivxSDR), además de esto, vendrá con un bloqueador automático de sueños recurrentes. Antes de ir a dormir, por poner un caso, podés ir a un menú desplegable llamado topics dreams y bloquear algunas opciones, como por ejemplo «se me caen los dientes», «corro desnudo por la calle», «mi papá me faja con un cinto» o «quiero salir disparando y patino». La Phillips vendrá con más de cien opciones por defecto, pero vos podés ir agregando más.

Con Gsleep, Google revolucionará el mercado: inventará un buscador de sueños ajenos y otro de sueños desktop, en los que se podrán rastrear sueños por palabra exacta, por frase aproximada, por trauma de la infancia y por deseo homosexual reprimido. También podrás descargarte un programita con el que, después de soñar, se adjunta el archivo de tu sueño, automáticamente, al email de tu terapeuta.

Más tarde entrará al mercado la interfaz DreamXP (de Windows), y ahí ya directamente vas a poder hacer cualquier cosa. Lo mejor será el servicio MSC (Mis Sueños Compartidos) en donde, si dejás activa la opción «cualquiera puede mirar», se te mete en el sueño gente de cualquier país y te culea. Más tarde, con Movable Sleep podrás publicar directamente tus sueños en formato blog, y la gente te visitará y dejará comentarios del tipo: «¡Ay Hernán, que bien que sueñas!», y cosas por el estilo.

Sin embargo, la mayor parte del planeta va a estar embobada mirando los sueños de las adolescentes de Europa de Este, porque —como todo el mundo sabe— se la pasan soñando que están en bolas. Pero después el SPAM de empresas de colchones y de somníferos va a provocar que nadie quiera dormir sin password. Se acuñará popularmente la frase «quedáte tranquilo y dormí sin contraseña» para indicar que no hay de qué preocuparse. Las chicas de Europa del Este, entre tanto, empezarán a cobrar por dormir.

La masificación del SDR logrará, a sólo quince años de aparición de la primera grabadora (por entonces ya obsoleta), que casi todo el mundo tenga un aparatito portátil de 350 gramos incorporado al móvil. «¡Nada de enchufes, sensores en el tórax ni complicados broches en el cuero cabelludo!», dirán las publicidades nocturnas, «con el nuevo Sleep Dream WiFi de Vodafone, dormir sin cables dejará de ser tu sueño imposible».

Y será cierto: se podrá hablar por teléfono, mandar mails, bajarse sueños chanchos y comprar productos mientras estás durmiendo. Algunas fábricas nórdicas impulsarán la teoría de que sus empleados son más eficaces si sueñan que están trabajando, y los diarios empezarán a publicar crónicas de sociedad sobre las primeras parejas que se conocieron mientras dormían y se casaron; o del primer surcoreano que mató a otro en un sueño y despertó sin saber si era un surcoreano que soñaba ser un asesino o una mariposa que mataba a un surcoreano.

En poco tiempo, las empresas multinacionales descubrirán que la publicidad dentro de los sueños es cuatro veces más eficaz que en los medios tradicionales. Y nacerán entonces los sueños auspiciados. Vos estás soñando que la chica que te gusta se empieza a sacar la ropa en el baño y te sale un sobreimpreso que dice: «¿Te gustaría enjabonarle las tetas con Palmolive?». Si decís que no, se corta el sueño y te quedás con las ganas.

La Iglesia Católica al principio va a estar en contra de esta tendencia mundial de vivir durmiendo, pero pronto empezarán a circular copias piratas con los verdaderos sueños de los curas, y se acabará para siempre ésa y todas las demás religiones del mundo. Algo parecido pasará con los políticos, los vendedores de seguros y la Selección de Fútbol de España.

Los sociólogos alertarán desde la prensa que el mundo se está quedando dormido, puesto que, de las 8 horas diarias que se descansaba per cápita un siglo atrás, ahora el hombre estaría en una media de 19. Y que, de seguir la tendencia en alza, los ronquidos de los chinos podrían provocar la sordera de todo el continente europeo. Por supuesto, nadie escuchará a los sociólogos y en pocos años, por cada cien personas en el mundo, noventa y dos estará durmiendo, seis tomando pastillas para dormir, uno haciendo una estadística y el restante leyendo esa estadística en el Financial Times.

Un día, indefectiblemente, ocurrirá aquello que pronosticaban los más agoreros: como por arte de magia, la especie humana dejará de habitar verticalemente el mundo: dejará de construir edificios, de talar los árboles, de matar y de sufrir; acurrucada masivamente en millones de camas calentitas, con los ojos cerrados y la respiración constante, La Humanidad entera soñará, en posición horizontal, un sueño colectivo y profundo. Global, idéntico y aburrido.

Pasaremos cientos de años de este modo, en lo que se llamará más tarde «La Era del Topo». Cuando despertemos, el SDR habrá pasado de moda y la gente dejará de dormir para dedicarse a otras tecnologías, a otros juegos y a otras pelotudeces parecidas. No sólo eso: ocurrirá también que, cada vez que un hombre se quede dormido en el tren, los demás pasajeros dirán:

—Che, mirá aquel tipo… ¿Qué hace?

—Me parece que está soñando.

—¡Qué antiguo!

Hernán Casciari