Hernán Casciari

Los grandes inventos son casualidades
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Más respeto que soy tu madre

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Anoche el Cantinflas se cayó en la olla grande de la salsa de tomate y no sabemos si casi se ahoga o si casi se quema. Mi suegro notaba —cuando revolvía— que el cucharón de madera se trababa un poco, pero no se dio cuenta de nada hasta que el gato, en un último manotazo de ahogado, sacó una pata y casi le arranca un ojo.

—¡Il tucco me ha arañatto! ¡L’estofado estáno poseítto! —gritaba don Américo, con un rasguño que le cruzaba propiamente toda la cara.

Entre el Zacarías y el Caio lo sacaron al Cantinflas con el colador de los fideos y lo llevaron urgente al veterinario, mientras que la Sofi y yo nos fuimos con el abuelo al hospital a que le pusieran puntos. Cuando llegaron el Nacho y la Negra Cabeza a abrir la pizzería no sabían nada de la tragedia y se pusieron a armar los pedidos de la noche, así que de casualidad inventamos una nueva especialidad en pizzas. Es bastante asquerosa de gusto, pero muy vistosa porque parece un felpudo redondo de esos que se ponen en la entrada. Ya la incorporamos al menú: se llama «la pizza welcome» y sale 5,30 pesos. A la vieja Monforte le mandamos dos pizzas welcome gratis y una cocacola. Para que no se piense que hay rencores.

Mirta G. de Bertotti
(Personaje de una novela de H. Casciari)